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23. Terrestre.

Las caminatas por las calles de la ciudad de La Paz, a principios del mes de marzo, no me dejan olvidar, en ningún momento, que soy una terrestre oriunda de Los Países Bajos. Mi cuerpo no puede poner ni un pie adelante del otro, sin darme cuenta de que llevo un cuerpo en plena rebelión. Y no es solamente por las subidas y bajadas: el aire que los paceños me ofrecen a inhalar, los sonidos que llegan a mis oídos, los olores que aterrizan en mi olfato y el aspecto y el estado de los edificios que ellos me muestran, aportan a un estado de rebelión casi constante.  

En contraste: Las corridas en las cabinas coloridas de “Mi Teleférico”, volando alto en el cielo, son un embalse para mi cuerpo. Todo este sistema de transporte público espira la voluntad de limpieza, belleza, sociabilidad, efectividad y seguridad, aun después de siete años de uso del teleférico.

Las placenteras horas meditativas en el teleférico me hacen recordar las obras de arte del arquitecto argentino Tomás Saraceno. Como muchos otros artistas, él busca en sus instalaciones una solución al tema de cómo vivir en un futuro, cuando las ciudades estén con sus pies en el agua o sean tan inhabitables, por el calor en la tierra, sostiene que hay que mirar hacia arriba. Su inspiración son las telarañas indestructibles de ciertas arañas africanas. Me llevó a imaginar vivir en una agradable casa pequeña junto a las casas vecinas, cuentas en un collar, parte de la telaraña enorme suspendida encima del valle de lo que era, hace tiempos ya olvidados, la gran ciudad de La Paz.

Las imágenes futuristas que me invadieron, curvada sobre la resaca del mar (blog #21), no me han dejado todavía. ¿Qué hacer en vista de las consecuencias del cambio climático? La crisis climatológica es, creo yo, el relato más importante de nuestra época. Sin embargo, una y otra vez, es eclipsada por las ocupaciones de la vida diaria y la tiranía de la actualidad, como ahora, la guerra no esperada.

Buscando respuestas propias, me topé con el pensador francés Bruno Latour, que básicamente dice que nosotros, los humanos, ya no somos terrestres. Nuestro cerebro lleno de Convicciones y Opiniones lo impide e interfiere. En algún momento en nuestra historia reciente, alrededor de los años 1700, los humanos empezaron a pensar que la tierra era suya, exclusivamente, para explorar, estudiar, apropiar, utilizar, perforar y explotar. Y en el camino perdieron por completo el sentido de ser terrestres con todos los demás terrestres, como los tigres o liebres, las plantas, los insectos y hasta los virus y bacterias invisibles a simple vista.

Ya es común decir que vivimos en la era geológica del Antropoceno, en la cual los humanos y sus actos son todo determinantes, sin que ellos se den cuenta de las consecuencias naturales. Los científicos nos advierten, todos los días, que la civilización humana no ha podido a destronar la naturaleza, por el contrario: la pronóstica es que la civilización humana será la próxima capa geológica, reducida a ser un fósil. Retroceder y volver a ser terrestre nuevamente, es una tarea casi imposible. Sin embargo, según Latour, es el único camino abierto para seguir con la Tierra como la conocemos. Si no, ella va a cambiar a ser un planeta totalmente irreconocible al de ahora.

La pregunta clave a hacernos en cada momento, sería: ¿Qué quiero ser, consumidor o terrestre? Una persona como el ex-presidente de los EEUU, Donald Trump, sabe muy bien quién es. Él dijo: ¿La tierra suya corre peligro? La mía no, ¡está súper bien! Y retiró a los EEUU del Convenio climatológico de París, como si su país no fuera parte del mismo planeta. Ser terrestre, será una decisión mucho más difícil que dejar de fumar cigarrillos. Cada uno de nosotros será principiante y necesitará el apoyo de otros principiantes para empezar juntos, el largo camino de renacimiento.

Y no será un camino de retracción ni vivir retirado del mundo en el bosque, dice Latour: la ciencia, la literatura, el arte y las nuevas tecnologías están a nuestra disposición. Y cuando te atrapen pensamientos como…. ‘tengo todo el derecho…., me corresponde…., me toca…., me obligan…, me atrae…., me hace falta todavía…,’ que seas alerta y te preguntes “¿Dónde estoy?”, y “¿Dónde aterrizar?”, en referencia a los títulos de sus libros recientes, guías para habitar el planeta que heredamos.

Nacida en una gran ciudad y recién, luego de vivir una docena de años en la Finca, empecé a reconocer un cambio en el sentir de mi cuerpo. En algún momento pude ponerlo en palabras y dije: Lo siento como más fibroso y flexible, receptivo y sensible para todo lo que pasa en el terreno de la Finca. Parece que mi cuerpo ha crecido hacia todas las direcciones, y de mis costados y cabeza, de mis piernas y brazos, han brotado hilos, y mi sentir llega hasta los límites del terreno. Y pude sentir mi cuerpo cubrir la Finca, la abrazaba, se unía a la tierra misma y a todos los seres visibles e invisibles que la habitan.

Y, desde entonces, me es difícil arrancar plantas y tirarlas, y me encantan los jardines sobre crecidos y silvestres. Me siento puñalada al ver la tala de arbustos y árboles aún vivos para dar espacio a caminos o edificaciones. Cuando veo un montón ordenado de troncos y ramas gruesas recién cortados, o un bosque recién griseado puesto en cenizas, lo que yo veo son montones de brazos y piernas de cadáveres de víctimas de guerra y tortura. Cuando yo descubro una nueva variedad de plantas, aunque sea solamente una, me puedes escuchar defenderla ferozmente contra la poda, de vez en cuando necesaria, para poder caminar en las sendas del Parque Nativo. Me asombran la unicidad de las diferentes especies y la diversidad de plantas y bichos en sólo un metro cuadrado. Combato las plantas invasoras que nos vendió la industria agrícola años atrás, como el blab blab y la brachiaria, que amenazan en cubrir todos los campos vallunos.

Cuando llegamos a vivir a la Finca había pocos árboles vivos. Los dueños anteriores fueron ganaderos y usaban el terreno para estacionar las vacas antes de llevarlas al matadero. Y sembraron papas en cantidades. Encontramos muchos troncos centenarios de sotos talados, aún fijos al ras de la tierra, y los atesoramos y guardamos como riquezas y piezas de arte naturales. Encontramos filas de árboles frutales muy envejecidos, granado, durazno, naranjo, a veces sólo uno de una variedad, pomelo, chirimoya, membrillo, pacay, quizás plantados por un dueño mucho más anterior a los ganaderos, un cierto Rafael Caballero tal vez, que fue un huesero conocido.

En el país de Sudáfrica vive Katrina Esau (88), miembro del pueblo de los San, originarios de la enorme región del desierto de Kalahari. Nacida de una madre San en la granja de un sudafricano blanco, trabajaba primero de empleada doméstica, y luego de profesora de su propio idioma, sin saber leer ni escribir, reconocida por el gobierno, al ser la última de su disperso pueblo que habla el idioma de raíces muy antiguas. Fue en esta parte del mundo donde evolucionaron los primeros humanos, Homo sapiens, cazadores y recolectores, desde donde empezaron a migrar al norte y poblar todo el planeta. Allí, en Sudáfrica, se dan cuenta del tesoro que ella representa y la llaman Reina Katrina de los San. Y se abrió un museo vivo en el desierto para mostrar su arte de vivir en aquel ambiente tan inhabitable a simple vista.

En el propio país de Bolivia, el pueblo de los Yuquis de la provincia de Chapare, está por desaparecer. La incursión de los cocaleros en sus territorios, desde hace veinte años, los obligó a dejar la convivencia con la naturaleza. Ahora, muchos trabajan en la producción de cocaína o tuvieron que mudarse a la ciudad de Chimoré a dedicarse a la mendicidad, el robo y el comercio sexual de sus niñas, niños y adolescentes.

Los Weenhayek, el pueblo que vive en los alrededores del río Pilcomayo en el sur de Bolivia, perdieron sus actividades ancestrales de pesca, caza y recolección de alimentos, por la invasión de sus territorios por parte de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Los hombres migraron a trabajar a los yacimientos y, a lo largo de las nuevas carreteras, dentro del mismo territorio Weenhayek, funcionan prostíbulos para satisfacer las necesidades de los trabajadores que viven en los campamentos de los Yacimientos.

El pueblo de los Ayoreos del Chaco Boliviano perdió su estilo de vivir por las constantes sequías de hoy en día. Viven en dependiencia de las instituciones de Cáritas de la ciudad de Santa Cruz, a veces se los ve en los cruces de las avenidas, esperando en grupos, a la sombra de árboles, para ser alimentados por la ciudadanía. Entregan a niñas y a adolescentes para que sean prostituidas en las zonas de La Ramada, Los Pozos y la avenida Cañoto de la misma ciudad.

Y sus hijos llegan a ser nuestras empleadas domésticas, los jardineros, limpiadores de piscinas y albañiles; los contratamos sin darnos cuenta de la riqueza y sabiduría que ellos representan. Son ellos los que nos indicaron que la Wira Wira sirve como expectorante y que el Boldo apoya al hígado, ejemplos de conocimientos milenarios. Sin embargo, ¿podríamos beneficiarnos todos mejor, si se pudiera encontrar una forma de retribución y aprendizaje: la creación de un oficio o de una función tal vez? ¿Y, a través de talleres vivos, aplicables en diferentes ambientes, ciudad, pueblo, campo, aprender de sus conocimientos ocultos y talentos escondidos?

Recuerdo los tiempos en que muchos de los pequeños agricultores de la provincia de Brabante, al sur de Los Países Bajos, se suicidaron por la tristeza que sentían por la venta forzada de su granja trabajada por generaciones de la misma familia, para dar campo a la agricultura y ganadería masiva y mecanizada. Y ahora, cuarenta años después, los políticos adaptan las leyes otra vez en favor de la renaturalización de los mismos campos; hasta piensan pagar un sueldo a los agricultores para que sean guardianes y educadores en lugar de destructores de las mismas tierras.

Empezamos a producir verduras cerca de la casa y dejamos el resto del terreno, casi por completo, a la suerte restaurativa de la naturaleza misma. El resultado es que varias partes verdes de la Finca ahora son biotopos en sí, santuarios de una biodiversidad de flora y fauna, como, entre otros, el famoso Molle en el Café Jardín, el reino de los Guapurú y Sotillo en el terreno de abajo, y la mayor parte del Parque Nativo colina arriba. Luego, ya más acostumbrados a la ‘inmensa’ extensión, fue allí donde empezamos a activar la renaturalización. Primero, plantamos filas de agaves para formar terrazas naturales, y así captar y asegurar el crecimiento de la variedad de plantas originales. Los agaves, ya grandes y cumpliendo su función, los compostamos. Y desde entonces plantamos, allí dentro y en cada primavera, cien nuevos arbolitos endémicos.

Escribiendo las últimas frases, a principios de abril, en mi casita Atma en el medio del Parque Nativo, me sacude nuevamente el sonido ‘tritridó-tritridó-tritridó’ de una máquina trituradora devorando árboles enteros. Los nuevos vecinos temen la convivencia con animales silvestres, quieren tener la vista plena al valle y les gusta un césped inmaculado, aunque vendrán a disfrutarlo solamente algunos fines de semana por año, escapando de la bulla de la ciudad. Son empresarios exitosos, siempre trabajaron mucho, dieron trabajo a su pueblo, están en su derecho, y llegó la hora de la recompensa: la cosecha de una dosis de ‘naturaleza’ plenamente ganada.

En contraste: me siento apuñalada por todo mi cuerpo, porque los hilos crecidos de mi cuerpo ya llegan mucho más allá que mi ‘propio’ terreno. Ya llegan hasta las cimas de la Cordillera, detrás del valle de Mairana, y aún más allá de la comunidad de Tierras Nuevas, desde donde se sube a un bosquecillo hermoso y pacífico, un poco antes de bajar a Mataralcito: allí crecen plantas trepadoras Pasionarias con flores grandes de color fucsia. Es hacia allí que me imagino escapar un día, y quedarme a dormir y suavemente irme de la Tierra para siempre. El deseo de desaparecer allí, crece a medida que más árboles son devorados.

En realidad, a mediados de abril, volé con mi amado a las tierras bajas. Nos asentamos temporalmente entre el Mar del Norte y Ámsterdam, en la ciudad antigua de Haarlem, a cinco minutos a pie del gran parque Haarlemmer Hout con sus árboles centenarios. ¿Qué más pudiéramos desearnos? Recién acá me doy cuenta que Haarlem está ubicada justo en el centro del triángulo de los contaminadores más nocivos: Tata Steel, enorme productora de acero; Schiphol, uno de los aeropuertos más grandes de Europa; y el Keukenhof, el parque emblemático del Tulipán, ahora en plena floración, y los extensos campos coloridos a su alrededor llenos de bulbos: tulipán, narcisa, hyacinth, y un sin fin de variedades tan aduladas por todo el mundo.

Como contrapeso decidimos comprar todos los víveres en Ecoplaza, un supermercado con productos biológicos a siete minutos a pie, y las verduras en el Bio Kiosko en el mercado, a doce minutos a pie, donde tomamos el café en una terraza soleada. Todos los días experimentamos resonancia y eco durante encuentros casuales, sea con una hermosa mesera, convencida estudiante de biología médica, sea con el afinador del órgano grandioso de 4800 tubos durante la visita a la catedral, sea con el vendedor empático de paquetes de Wifi de origen kroata. Un frío viento seco nos llega del Mar Báltico, ya miles de familias ucranianas recibieron cobija, la bandera azul y amarilla ondea desde muchas casas, el cielo es de un clarísimo azul. Y algo desorientada me pregunto a cada rato: ¿Qué soy ahora, consumidor o terrestre?

Haarlem, 22 de abril de 2022, día de la Tierra.

Enlaces correspondientes con las fotos:

-https://studiotomassaraceno.org

-https://www.chemistryworld.com/features/marking-the-anthropocene/4012969.article?utm_campaign=cw_shared&utm_medium=email&utm_source=website

-https://www.bbc.com/travel/story/20210601-south-africas-language-spoken-in-45-clicks?ocid=ww.social.link.email

-https://eldeber.com.bo/pais/investigacion-revela-venta-de-ninas-indigenas-para-comercio-sexual_269779


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Comments (8)

  1. Natanael Reply

    Gracias Melendre por compartirnos este nuevo relato. 🌼🌼🌼

    Lo disfrute mucho, llama a la reflexión e imaginación de nuevas soluciones.

    Que estamos haciendo como humanidad a que industrias estamos apoyando y como podemos incentivar a aquellos que están en buena dirección?

    Quede con muchos pensamientos de búsqueda de soluciones, quizás no estamos tan lejos para ver que cerca de nosotros hay personas que están pensando de la misma forma. Intentando generar nuevas ideas para salvar nuestro ecosistema y a nosotros mismos.

    Como apoyarlos? Queda mucho por ver y visitar. La búsqueda no termina ✨✨✨

  2. Ximena Zamora Reply

    Pocas veces se lee el sentír profundo de ser parte del todo. De la importancia de la conservación , preservar la cultura de los pueblos manteniendo su hábitat que determina su trayecto de lo que son y serán si permanecen y no así cuando se invade , se contamina se destruye llegando a denigrar la integridad de sus raíces . Que tiempos nos esperan cuando cuando son otros y unos cuantos los que determinan si seremos otra capa más geológica de la tierra 🌎 . Lo importante es que mientras se está hagamos de la conservación el pan diario …
    Que él escribir y difundirlo Margarita sean tú fuerte de expresión de hacer ver lo que muchos no ven.

  3. Liliana Reply

    Te agradezco hermosa Melendre por este compartir… Vibrante!!!
    Siento como la Vida se abre paso.
    Cómo la conciencia y la decisión son claves en este proceso de ser terrestres o consumidores.
    Lo que elijamos será el reflejo de lo que habita en nuestro corazón.
    Disfruta con tu amado lo que ahora te ofrece la Vida.
    Los quiero un montón!!!

    1. Juana Reply

      Al leer tu nuevo relato sentí, más bien , escuché, tu grito desesperado que nos sacude ….nos empuja a la reflexión , a hacernos ésa vital pregunta, ¿qué soy ?… ¿consumidora o terrestre ?

  4. Jose Luis Vega Lopez Reply

    Estoy sorprendido y complacido por el profundo sentimiento y preocupación de Melendre por nuestro planeta tierra. Leer Terrestre, es un relato que identifica nuestras preocupaciones, que no podemos expresar con palabras de tanto sentimiento, pasión y que nos reflexiona.
    En 1999 trabaje como consultor, en la por entonces prestigiosa institución, la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia CIDOB, que nació en 1982 con el objetivo de unir a las naciones indígenas del Oriente Chaco y Amazonia de Bolivia.
    Bonifacio Barrientos Iyambae, conocido como “Sombra Grande” impulso la primera comisión para unir a los pueblos Guaraní, Ayoreo, Guarayo, Chiquitano y Weenhayek.
    Actualmente dichos pueblos indígenas están en peores condiciones que antes, Melendre lo relata muy bien. En mi opinión los causantes principales de este desastre son los políticos, que tomaron el poder hace 14 años y se dedicaron a dividirlos e imponerles el “Acullico”, que junto con el alcohol y el tabaco los está destruyendo.

  5. Rosa Leny Rodriguez De Vega Reply

    Gracias Melendre por hacernos ver lo que vivimos y no vemos, gracias por el emotivo relato que nos muestra que somos más consumidores que terrestres. Disfruten su lindo viaje junto a Pieter, gracias Margarita 💕

  6. Jorge Reply

    Como siempre, Melendre invitando a la reflexión. El dilema consumidor o terrestre, a mi parecer, genera a la vez, más preguntas. Preguntas que cada individuo debería hacerse más seguido, porque estamos en tiempos donde es casi una obligación. Eventualmente la acción sería un siguiente paso, tomar parte activa del cambio. Gracias Melendre.

  7. Raquel Gómez Reply

    Querida Melendre, tu último relato, cómo todos tan reflexivos, me dejó meditabunda, que estoy haciendo por evitar el. fatal. consumismo…pero yá .
    Gracias por compartir tus vivencias,experiencias y sentir, y disfruta con tu amado Pietter, saludos y cariños.

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