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7. Salmos 8:6-8

Hace algunos meses atrás traspasé el umbral decisivo: si no actuamos hoy, nuestro planeta Tierra no va a seguir como lo conocemos, de ninguna manera. Ya no me quedo muy esperanzada en que todo va a salir bien. No. Ya no. Ya no acepto que PIL venda su leche en bolsas de plástico y no en cartón. No acepto que IDEAL venda su café orgánico, según información de la misma empresa, en bolsas de plástico de un kilo, sí, con un cierre sofisticado y en parte reciclado, según el símbolo en la etiqueta, pero ¿por qué no en bolsas de papel? Otros cafés usan bolsas de papel, pero aquellos cafés no son muy de mi agrado. Además, usan papel de aluminio por dentro, nada de ecológico tampoco.

Hace una semana soñé que yo era una mujer que daba a luz a sextillizos, en digamos 2084. Como encargada del programa Nuestro Futuro de la empresa TESLA, en la sucursal Bolivia, estación Altiplano Sur, quería ser madre también, aunque sea de una sola camada. Así esperaba aumentar mi empatía y mejorar mi trabajo de tutoría con las madres participantes. Estas habitantes de las alturas resultaron ser las educadoras ideales para la preparación de niños para el largo viaje al planeta Marte al poblar nuevas colonizaciones. ¿Debe llegar a tal extremo con nosotros? ¿Escapar? ¿No éramos, el hombre, la corona de la creación?

Nunca compramos un auto, somos aficionados al transporte público. Y desde el comienzo producimos verduras y hierbas aromáticas bajo la etiqueta “biológica” en la Finca. Surgió automáticamente: no queríamos copiar el uso de plaguicidas y abonos químicos de nuestra tierra, Los Países Bajos. Mi país, más chiquito que el departamento de Tarija, es el segundo país en el mundo, atrás de los Estados Unidos, en exportación de productos agrícolas, incluyendo millones de cerdos vivos a Italia para que allí se elabore el famoso jamón crudo. Te puedes imaginar la contaminación de la tierra, el agua (subterránea) y el aire. En la finca, al contrario, enriquecemos la tierra con abonos vegetales y compost, y la gran variedad de especias de plantas nos protege contra la mayoría de plagas y enfermedades.

Siempre me alegra tanto contemplar nuestros productos, los tecitos, las mermeladas, los aceites y macerados, simplemente hechos con lo que la naturaleza nos da. La escala es tan pequeña que apenas tiene impacto en el mercado local, ni siquiera regional. Lo veo como una llamada, algo para ser imitado y extendido a una escala mucho más grande. Tal vez como una advertencia para dirigir la atención a lo que está pasando en el mundo, un rebelón suave, utilizando las armas sutiles de mixturas sanas, embalaje de papel y bolsas de tela. Recibimos buen eco, hasta felicitaciones de los visitantes y alojados. Y la frase: “Vámonos, ¡solo se ofrece comida de conejo acá!”, no he escuchado los últimos tiempos.

Muchos están experimentando con productos orgánicos o reciclados. Cada semana hay eco-ferias y festivales acompañados de quioscos de comida vegana y ropa de segunda mano. Hay miles de eco-emprendedores los cuales viven de su venta de cremas a base de miel y las últimas infusiones con algas encima si quieres. Al mismo tiempo, aprovechamos económicamente, los pequeños productores, de un vacío enorme en el mercado que los grandes empresarios hasta hoy se niegan a llenar. Nos da satisfacción y orgullo, somos creadores inventivos. Las ferias nos colorean los fines de semanas y los productos tienen precios accesibles, aunque no corresponden con las horas de trabajo invertidas. Nos veo como una multitud de patitos amorosos navegando en la ola de la nueva conciencia. Sin embargo, no es de ninguna manera suficiente.

Hace un mes Narcisa, nuestra gerente, compraba litros de alcohol y vinagre de manzana, los mezclaba con una masa enorme de pulpa de limón, y una cierta cantidad de sal. Huele riquísimo, pero no forma espuma y no quita bien la grasa. Luego de una semana de prueba las manos se secaban y hasta dolía la piel. Tuvimos que volver a OLA. Y cada vez que me toca botar el envase de lavar la ropa, tan útil todavía, me duele, me da asco imaginándomelo encima del montón de basura afuera de Samaipata, qué desperdicio. Puedo usarlo como maceta, como nido para los búhos, como ladrillos llenándolos con arena. ¿Pero con estos colores tan feos? Los pájaros se escaparán, las plantas se sentirán brutalizadas, y un muro de piedra armoniza tanto mejor con el ambiente. Quizás lo podríamos regalar a Don Nelson para traernos la leche fresca. ¿Será que perdiera su olor a detergente?

OLA, tan presente en los supermercados, con los envases de plástico no reciclado, ni biodegradable, ni en cincuenta años. ¿Y el detergente? Con una lupa leo “biodegradable”. ¿Por qué no en letras grandes? ¿Qué garantía hay? ¿Será que significa de verdad que no es nocivo para el medio ambiente? Recientemente la fábrica de OLA en Cochabamba cambió de dueño, fue comprado por Unilever, uno de los más grandes corporativos del mundo, de origen holandés. En Europa hay productos de limpieza ecológicos, en envases reciclables o recicladas, desde hace muchos años. ¿Qué están esperando? Y no me hables de un país en vía de desarrollo, ya no lo puedo aceptar como excusa.

¡Hola! Gente de buena voluntad, estoy apurada: más y más me invade el sentimiento sospecho de que los cursos de yoga y meditación, los retiros de temazcal y permacultura, de ayahuasca y San Pedro ancestrales, las decenas de variedades de masajes y terapias de bienestar, la comida vegana y ‘raw’, las bebidas verdes con spirulina y los salones de té ‘vintage’, solamente apelarán al consumismo, las eco-ferias dominicales incluidas. Es lindo jugar con jabón y óleos esenciales, sin embargo, te pregunto: ¿no es una estación ya pasada?

Y ahora estamos en autoaislamiento para protegernos del virus COVID-19 que está haciendo su gira por el mundo. ¿De dónde viene? ¿De un mercado de animales silvestres en Wuhan? ¿O se escapó del laboratorio del Wuhan Instituto de Virología, y fue el resultado de la intervención humana? Sonaría más tranquilizador que viniera de un murciélago. Quiere decir que la multitud humana traspasó el hábitat de las especies silvestres. ¿Matar a todos los murciélagos? Los necesitamos, comen bichos, polinizan, de cierta manera nos protegen. ¿Y no fue por ello que creamos los parques naturales y las áreas protegidas?

DELVAUX, Paul_Mujer ante el espejo, 1936_520 (1972.9)

Me creo de regreso en la cueva, hace treinta y cinco mil años atrás en el tiempo. Tenemos que protegernos ante los animales gigantes con sus cascos aplastantes, que se están moviendo en rebaños enormes hacia los planos más verdes, justo en esta época del solsticio. Nos quedaremos adentro, todo el clan, hasta que ya no escuchamos el terrible ruido que viene de afuera. Nos acurrucamos junto al fuego, nos organizamos, preparamos juntos la comida, tomamos la sopa de los hongos alucinantes (por falta de Netflix) para divertirnos y evitar peleas, hacemos mucho el amor, inventamos nuevos relatos y retocamos las pinturas de los alces y búfalos que adornan nuestra cueva. Es un tiempo espléndido para percatarnos de la realidad: mi clan, todos los clanes, somos vulnerables y debemos tomar decisiones draconianas para asegurarnos de un futuro.

¿El hombre, la corona de la creación? Busco en internet, debe estar basado en alguna parte de la Biblia. Sí, Salmo 8:6-8. Abro nuestra Biblia, la reliquia de la tía clarisa, y leo que el salmo habla de un dios que le dio al hombre regalos y una tarea: “Lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo”, etcétera. Yo entiendo que el salmista nos enseña que somos los guardianes, los mayordomos, los mayores responsables del bienestar de toda la creación, como lugartenientes de Dios. Y cuidarla de tal manera que el Corona-virus nunca nos la robe de nuestras manos. ¿Será que un largo retiro en la cueva nos lavará el cerebro? ¿Y que nos llegó el virus justo a tiempo para activarnos, en serio?

Samaipata, entre el ocho y el veintidós de marzo de 2020.

Fotos adjuntadas: 

Esbozo para un libro, Eveline van ‘t Hoff, 1998, Holanda

Mujer ante el espejo, Paul Delvaux, 1936, Belgica

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Comments (3)

  1. Raquel Gomez Arauz Reply

    ¡Gracias querida Marga! por tomarte tu tiempo y hacerme llegar éste valioso trabajo, que sin duda te soy honesta, no puedo decir sorprendida, porque es la realidad, pero un pesar sobre mi consciencia, porque yo creia que estaba contribuyendo en algo , que es por lo que día a día trato de concientizar y en casa reciclamos , pero es tan insignificante lo que hacemos, que fue ese sentimiento de culpabilidad que no me dejaba conciliar el sueño , pero no es tarde, yo que tengo la dicha de conocerlos siempre reconozco que son personas dignas de imitar, por toda esa noble labor tan consciente y responsable que asumen , adelante amigos , mi respeto y admiración

  2. José Luis Vega López Reply

    Gracias Melendre, por recordarnos que el modelo de producción agroecologica de la Finca La Víspera, donde la armonía entre la tierra y el hombre da buenos resultados.
    El estilo único para contar historias de Melendre no hace imaginar que al salir de la cueva ya no estará el viscoso y gigante monstruo del Coronavirus y los habitantes de la tierra habrán reflexionado y cambiaran su forma de pensar y de vivir.

  3. Jorge Reply

    Algunos pueden catalogar a Melendre de mordaz, cuando en realidad se trata de una crítica constructiva. Invita a la reflexión, estamos en periodo de reflexión. Gracias una vez mas por tus escritos.

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