El telescopio espacial James Webb, lanzado el 25 de diciembre de 2021, nos envía cada vez más imágenes dramáticas del universo. A la mañana del 13 de mayo de 2022 vi la primera foto más clara del monstruoso agujero negro en el corazón de la vía láctea, la galaxia en donde nuestro planeta Tierra circula. Verlo me hizo conectar el todo con todo. Me sentí completamente parte de ese espectáculo. Me llegó un momento de gracia: El Tiempo allá no existe, olvídalo, ¡soy parte del movimiento eterno del universo! ¿Para qué sigo viviendo la locura de quedarme dentro de las limitaciones que me impuse a mí misma un cierto día en el pasado, cuando puedes vivir como miembro de esa familia eterna, amplia, universal, espaciosa siempre? Y desde aquel momento lúcido, las cosas, incluso este blog, empezaron a volcarse nuevamente.
Cuando pasamos la administración diaria de la Finca a otras manos, tuvimos que enseñarles miles de detalles y prácticas desarrolladas durante los treinta y cinco años anteriores. Aparte de eso, recuerdo que tenía la necesidad compulsiva de compartir mis vivencias y aventuras en la Finca con los nuevos administradores, Narcisa y Nathaniel, en la recepción durante el cafecito de la mañana. Cada vez me surgía otra historia indispensable para contarles, a modo de transferir mis experiencias personales antes de mi jubilación definitiva. Y ellos, bien educados que son, me escucharon y me dejaron hablar con paciencia. Mientras que esos grandes ojos oscuros se fijaban en este mi rostro sobrecalentado, curiosos, aun ávidos de aprender o tal vez asombrados por el fenómeno, observaron bien que esa mujer media viejita lo necesitaba verdaderamente. Y me vi emocional y obsesivamente hablando, y sentí las palabras salir de mi boca, pedazos demasiados grandes que me hicieron jadear, sofocándome a mi misma. Creo que duró un año. Una vez escribiendo me calmé, encontré la válvula de escape. Melendre fue creada para invitarlos a compartir con ella el cafecito de la mañana. La necesitaba.
Ahora estoy inmersa en los libros de una escritora escocesa, Ali Smith, que descubrí hace unos meses. Su estilo es fresco, seco, brusco y empático a la vez. Sus novelas reflejan la realidad actual y su imaginación es alucinante. Aunque es catedrática de literatura en Cambridge, ella no se preocupa mucho por las reglas de ortografía comunes. Inventa otras que correspondan con la voz, el carácter y la época del personaje, el mismo que te invita a escuchar su relato. De este modo te provoca leer con más atención y te seduce entrar profundamente en la historia que te está contando. Ali me hace pensar de otra manera sobre el significado de leer y escribir: ella me sabe mostrar la real necesidad de un artista escritor para expresar sus inquietudes y opiniones, crear su estilo verdadero y su medio propio, para ella la novela.
Los escritores asumen el rol de los antiguos narradores de mitos, cuentos, epopeyas e historias que cada tribu, comunidad, pueblo, región y barrio tenía, antes de que la humanidad inventase la escritura, antes de que la alfabetización fuese (más o menos) popularizada. Y nosotros, los lectores, tenemos la enorme suerte de que esta clase de individuos creativos vivan entre nosotros. Ellos se esfuerzan, en soledad y silencio, y sin contar las horas, para compartir sentimientos, sucesos, observaciones, descubrimientos, historias y relatos personales a través de personajes ficticios. Saben crear una variedad de situaciones, donde el suspenso nos atrapa, sorprende o emociona con mayor intensidad que lo que la vida real nos puede ofrecer. Y no solamente eso.
En una entrevista Ali Smith dice: “En el fondo creo que los libros se tratan de hospitalidad. Alguien se sienta, hace un gesto de invitación hacia una silla a su lado, y cuenta un relato, o escucha tu relato.” La hospitalidad que encuentro en sus libros, y en todos los libros que me han acompañado desde el tiempo que empecé a leer a partir de los seis años, me han hecho la vida tanto más aguantable. Enriquecieron mi propia creatividad e imaginación, me abrieron caminos nuevos, y me dieron el coraje de seguir mi intuición por más anómalo que mi andar pareciera a los ojos de los demás. Si no pudiera alimentarla con libros, en especial las novelas que me muestran los tantos modos de vivencia y de pensar, mi mente se iría atrofiando. Se llenará de disparates o de temores irreales o, peor, de dependencias ilusorias que un ambiente pobre de información suele causar.
Un día, un hombre aburrido viéndome siempre absorbida en la lectura, me preguntó: Y si se te acabarán los libros, ¿qué irás a hacer? Releer los mismos libros, le respondí. ¿Y si no hubieran? Escribir uno, le contesté al instante. Hasta hoy he podido asegurarme de tener siempre varios tomos a la mano. Físicos, y hoy en día bajándolos del internet a mi libro electrónico.
Imagínate que no hubiera leído ‘Abelito’, de Annie M.G. Schmidt (1953), el joven que trabajaba de empleado del ascensor en un hotel de 5 estrellas en Ámsterdam, que se equivocó en el botón y voló con todos sus pasajeros hacia Nueva York. O ‘La vuelta al mundo en 80 días’ de Julio Verne (1873) sobre el caballero londinense Phileas Fogg, que hacía la apuesta con los miembros de su club social, que podía circundar el mundo en 80 días. Al final ganó y se casó con la hermosa mujer de la India que él, real gentleman, salvaba de ser quemada al lado de su esposo que había muerto, la costumbre hindú en aquellas épocas. Y ‘Los grumetes de Bontekoe’, de Johan Fabricius (1924), el viaje de tres jóvenes marineros en el barco del capitán Bontekoe desde el puerto Hoorn en Los Países Bajos hacia a la que ahora se llama Indonesia, que tardaba dos años en aquella época de 1620. Libros para niños que me enseñaron que el mundo es más grande que mi calle y mi familia, y que está abierto para ser descubierto algún día.
Nunca me hubiera regalado a mi misma un viaje a Rusia después de mis estudios, para encontrar esa melancólica mentalidad específica rusa que emiten los libros de Dostoievski, si no los hubiera leído antes. Ni puedo olvidar la aventura de un viaje en tren de todo un día y una larga noche a través de toda Europa, que hicimos los dos ya hace cuarenta y cinco años, para llegar a Atenas por la mañana, y una semana más tarde en barco a Creta, en búsqueda de aquella época perdida: un sueño surgido durante las largas horas de lectura de las obras clásicas de los griegos antiguos como Homero, Sófocles y Platón, en el colegio.
Y los libros de la pareja Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir y su entorno, que me llevaron a vagar por París cuántas veces. Pero los de ella en especial, por su genial penetración en la realidad de las vivencias de la mujer (El segundo sexo, 1949), que me protegieron contra la ilusión, en mi caso, justo a tiempo (1977), de ser más completa dando luz a un hijo o dos. Y los de Virginia Woolf y del grupo de Bloomsbury (1925), y los de las hermanas Brontë que nos llevaron a visitar las casas, donde aquellas mujeres talentosas daban a luz a innovadoras novelas (1847), durante el viaje del año pasado a Inglaterra. Lugares de peregrinaje verdaderos.
Y así se entiende mejor cómo llegamos a explorar Sudamérica: nos sentimos invitados por los libros ‘La pedagogía de los oprimidos’ de Paulo Freire y ‘100 años de Soledad’ de Gabriel Garcia Marquez. Nos quedamos a vivir en un país tan multifacético y complicado que es Bolivia, que no había tiempo para aburrirse. Cambiar de rumbo es tan fascinante que uno acepta los retos, a pesar de que tu familiar mundo pequeño se vuelca y parezca hacerse pedazos.
Varios protagonistas de libros y sus propios escritores son mis compañeros desde hace ya decenas de años. Como el noble J.R.R. Tolkien con una mente poblada de seres fantásticos, y la sabia Doris Lessing, tan amplia y universal, una guía espiritual a través de sus personajes. De estos escritores he leído sus biografías y la mayoría de sus libros. Han sido mis héroes durante las diferentes fases de la vida. Poder identificarme con ellos me ha formado a ser la persona que soy; ellos fueron, y algunos siguen siendo mis asesores todavía. Han sido mis educadores de yapa (quechua: ayuda, aumento). Vale mencionar a una pareja de escritores que nos acompañan en tiempo real: Paul Auster y Siri Hustvedt, neoyorquinos. Sus libros y vidas personales reflejan las vivencias y convicciones nuestras de tal manera, que les consideramos hermanos congeniales.
Recientemente, buscando a escritores bolivianos, que me puedan guiar a entender todo lo que las almas de este pueblo sienten y sufren, y cómo lo sobreviven, me topé con la cruceña Liliana Colanzi. Sus cuentos irradian una claridad, sutileza y brutalidad tal como si ella necesitara gritar: mirá lo que está tan claramente ante de tu nariz pasando, o por pasar, o te has negado a verlo pasar. En sus palabras escucho explotar los cartuchos de dinamita de las manifestaciones callejeras, pero también el silencio intenso de una aguda observadora pacienciosa. Me desafía, muy bienvenido.
El escribir de Memoralia ha sido un regalo para mi misma desde el principio. Me hizo descubrir en carne propia el proceso que cada escritor debe vivir: la lucha con las palabras, el esfuerzo vano, la búsqueda, la soberbia, el encuentro, la introspección, la mentira, la creación, la locura, la exactitud, la vanidad, la desestimación propia y la sensibilidad de su alma a las críticas. Y, los momentos que las frases fluyen de por sí, las ocurrencias sorprendentes que una cabeza produce sin interferencia propia. De mi parte a veces seguidos por explosiones de risas, causadas por la inclinación a la picardía, para así desafiar y suscitar interés por nuestras inquietudes, la preciosa continuidad de la Finca en primer lugar.
Porque la creación de Memoralia tenía como punto de partida el compartir la historia de la Finca, a través de relatos personales. Creamos este blog en la página web. Paulatinamente me fue claro que mi tarea más importante era el pasar e inculcar el ideario y el espíritu mismo de nuestro legado a los novatos, quizás aun más importante que el trabajo en la práctica; la Finca misma y el fiel personal se ocupaba de ello.
Aquí y ahora puedo declarar que la Finca muestra que ya no necesita más de mis Memoralia, ni de la Melendre, está en su camino propio, la dejo, la suelto.
Desde ya: ¿Qué hará y dónde dejará y con quién compartirá mis pensamientos, quimeras, vivencias, picardías y descubrimientos? ¿Y el placer que siento durante el proceso de escribir, no lo voy a extrañar? Sí, demasiado, tendrá que seguir de alguna manera.
¿Y los muchos comentarios y afectos personales de los lectores amigos? Ellos me acompañan, a veces me responden. En mi estudio Atma donde escribo, sé imaginar el estado de su ser y ánimo, las circunstancias en las que se encuentren, la ciudad, el país, hasta el paisaje donde sea que vivan mis lectores. Porque conozco a varios de ellos personalmente y, aunque haya lectores que no he visto en persona por diez o veinte años, el espíritu de cada uno sé invitar para acompañarme sin interferencia atmosférica alguna.
Casi solo sé expresarme tal como soy en palabras escritas, ya calmada por el proceso propio de escribir. Afortunadamente también me suele ocurrir en presencia de ciertos amigos. Ellos me quieren escuchar igual que yo a ellos. Tampoco son muy reservados ni muy vergonzosos ni tan civilizados que hablan solamente del tiempo o del estado de la carretera. Y cuando nos encontremos, sin que yo sepa cómo, algo químico nos ocurre: necesitamos compartir el sentir de vivir plenamente, intercambiar la vibración de encuentros vivos, romper el aburrimiento de visitas formales, de las frases precocidas sin alma, y nos olvidamos del sofocante teatro diario que solemos usar para aguantarnos entre nosotros.
Entonces recién nacerá aquella hospitalidad que vaya tan profunda, que trasciende el ritual del cafecito gloriosamente.
¿Y qué hago con mi querida Melendre? Ella se queda en la Finca, se retirará hacia más arriba de nuestra colina. Su espíritu se lo devuelvo a las plantas hijas de las madres Melendres que nacieron allí los últimos años.
Mientras nació una escritora de un género de escritos personales en busca de una voz más y más propia. A modo de una fórmula aún por crear volverá a hacerse escuchar. Como tengo la preferencia para soltarme entre las diez y doce, la hora del cafecito de la mañana, te invitaré a tal hora. Al llevarnos el cafecito, mi amado nos interrumpirá por solo diez gratificantes minutos. Y me escucho ya empezar a decir: siéntate aquí a mi lado, y te cuento…y tú, ¿qué?
Samaipata, entre el 15 de marzo y el 15 de abril de 2023.
–Como yapa: Las últimas imágenes del telescopio James Webb pone la teoría de un Big Bang en peligro; ¿tal vez no hubo, existe el universo desde siempre? ¿O hay diferentes universos paralelos?
Michio Kaku Breaks Silence On James Webb Telescope’s Shocking New Image!
Tanta imaginación, descubrimientos, momentos que compartir, necesarios y justos. Que llenan nuestra hermosa existencia de experiencias fantásticas y disfrutables. Me encanta la palabra hospitalidad, traducida en tiempo, asombro, intriga, recuerdos, escritos que hoy o mañana podremos seguir disfrutando. Existen muchas formas de vivir esta hospitalidad, una excelente opción son los escritos… también hay múltiples opciones como el cafecito con las historias habladas que mañana quedaran escritas, los libros que faltan por leer, multiversos que nos dejaran fascinados siempre.
Me gusta la ilustración del telescopio James Webb en la narración. La inmensidad del universo y el diseño de la nave Webb para que pueda trabajar ininterrumpidamente, sin las interferencias de luz y calor del Sol y la Tierra, Melendre utiliza la imagen del agujero negro para reflexionar sobre su propia existencia y su lugar en el universo. La imagen la lleva a sentirse parte del “movimiento eterno del universo” y la hace cuestionarse por qué sigue viviendo dentro de las limitaciones que se impuso a sí mismo en el pasado.
Además nos ilustra cuan buenos amigos han sido los libros desde su infancia hasta ahora, compañeros de viaje de toda la vida, le han enseñado como quien recibe con amabilidad y cariño la hospitalidad, le han abierto la imaginación y ensanchado las fronteras. Muy inspirador el relato.
Me sentaré a leer el blog de Melendre pero lo quiero hacer tranquila sin apuros y con mi taza de café o mi té esa es mi forma de conectar contigo de escucharte, aunque aveces no diga nada lo estoy procesando.
Tantas ideas intento agarrar el hilo, las imágenes, la forma de como lo quieres transmitir, a veces me quedo solo pensando en algo que me llamo la atención en una palabra o en un párrafo.
Si no fueran por todas esas personas entre ellas tú también que decidieron abrirse a conectar por medio de las letras. El miedo, la duda o hasta otros sentimientos nos ganarían y la verdad es que nos abren los ojos y nos muestran el mundo como dices: “es más grande que mi calle y mi familia, y que está abierto para ser descubierto algún día.” O quizás hoy.
A dios gracias somos seres curiosos, libres con la capacidad de asombrarnos y de cuestionarnos de equivocarnos y volvernos a reinventar. Que este universo nos sumerja en todo lo que tenga para cautivarnos.
Siempre nos encanta leerte!
Yo siempre quedo fascinada con tus relatos! Este especialmente me deja pensando y sintiendo varias cosas interesantes…el mundo por descubrir, la amplitud de la palabra hospitalidad. Tu mente, carisma y picardía son algo único y solo espero poder seguir leyéndote, encontrándonos en tu casa o en la.plaza, hablar de todo sin vergüenza y reírnos como lo hacemos cada vez que nos vemos! Grande Melendre 🤩
La mente de Melendre es como el inmenso universo, que se alimenta de estrellas, alguna fugaces, otras inmensas y que son miles de veces más grandes que el Sol una estrella, que es un millón trescientas mil veces más grande que la Tierra.
Así es el poder de la mente del humano, que se nutre de conocimiento y que la forma más fácil de alimentar la sabiduria, es con los libros.
Melendre es una privilegiada de haber leído tanto, su mente, su corazón lo sienten y escribe con el alma.
Así podemos contar de los privilegiados que leyeron “Libro de la Seda” escrito 200 años a. C. Adivinación por fenómenos astronómicos y meteorológicos.
” El Sutra del Diamante” publicado el año 868, que en alguna página, en una mínima estrofa dice: “Debes comprender que mis palabras son como una balsa que se emplea para cruzar un río. Cuando su utilidad ha sido satisfecha, debe ser dejada atrás si queremos llegar más lejos” .
También podemos citar “El Conde de Montecristo” publicado en 1846, una novela de aventuras clásica de Alexandre Dumas, se la incluye en las listas de las mejores novelas de todos los tiempos.
Toda esta oportunidad que Melendre nos alienta a escribir, se perderá, ya que en su último Blog nos da a entender que se despedirá de la palabra escrita.
Ella entregará el espíritu de Melendre a las plantas y flores de “La Finca”
José Luis Vega López.
Sí, totalmente de acuerdo, es un acto de hospitalidad haber podido seguir a Melendre. Era imposible acallar ese espíritu curioso e inquieto. Los libros, en cierta forma, fueron socavando incisivamente las grietas mentales y permitiendo, poco a poco, acortar esa brecha, ese abismo que mantenía a sus escritos cautivos, prisioneros de Margarita. Ahora, deja fluir las cosas y se va con elegancia, como solo Melendre puede hacerlo.
Dicen que hay un hilo invisible que une a todos los lectores, deseosos de conocer y entender el mundo y a sí mismos. Pues creo que eso es lo que nos hace reunirnos de vez en cuando, con un café, esperando que me cuentes más y ansioso por tus escritos por venir.